La letra con sangre entra
El Uniandino investigó casos de abuso de poder, maltrato y acoso sexual en facultades de medicina y hospitales universitarios de Bogotá, Cali y Medellín. Recogimos y documentamos 13 casos de acoso sexual y 13 casos de maltrato. Reunimos fotografías, conversaciones de WhatsApp y documentos. Además, hablamos con testigos, directivos de cinco hospitales universitarios, directivos de cinco facultades de medicina, psicólogas expertas, médicos, profesores y 52 estudiantes de medicina, principalmente mujeres.
Parte I
Profesores intocables
El Dr. K entra a la clase de anatomía de la Universidad de los
Andes en Bogotá y hace una pregunta. Antes de dejar que la clase
responda, añade la siguiente aclaración: "Los repitontos no
digan nada porque ya deberían saberlo". Se refiere a los
estudiantes que están cursando la materia por segunda vez. Luego
agrega: "Esta materia es muy fácil, los que no la pasan
deberían replantearse qué quieren en la vida".
Este
tipo de episodios son comunes en las clases de K y se repiten a lo
largo de los semestres, como nos dijeron cuatro estudiantes que
han sido testigos de esta conducta. El Uniandino documentó otros
tres casos en los que su trato hacia un estudiante fue
denigrante.
"En primer lugar debes aprender que
personas como tú, que hacen parte de la clase trabajadora, no
deberían nunca llegar a un lugar como este. Esta universidad es
para las personas de la clase líder, por eso nunca estuve de
acuerdo con ese programa", le dijo el Dr. K a una becaria de
Ser Pilo Paga que le pidió ayuda porque estaba teniendo
dificultades con la materia. "Yo me cambié de carrera, no
pude con la depresión. Nunca me recuperé de eso. Siempre me decía
que era muy poca cosa para estar ahí [...] y en un momento no le
encontré sentido a la vida, no sabía por qué estaba ahí", nos
dijo la estudiante.
Cuando contactamos al doctor para
conocer su perspectiva sobre los casos que recolectamos, decidió
no hacer comentarios.
El anterior no es un caso
aislado en las facultades de medicina. "La formación médica
siempre ha tenido una jerarquía muy importante, empezando por el
estudiante de niveles inferiores hasta llegar a los
especialistas", dice Carlos Pineda, director del pregrado en
medicina de la Universidad del Valle. "Esta jerarquía puede
generar un ambiente tóxico y humillante que se ha normalizado, y
que sienten más quienes están en la base de la pirámide", agrega por su parte Natalia Mejía, decana de medicina de la
Universidad de los Andes.
El pregrado de medicina, a grandes rasgos, se divide en dos
etapas: el ciclo básico y el clínico. Las materias básicas
constituyen los cimientos teóricos de la profesión y se imparten,
como en cualquier otra carrera, en un salón de clases. Unos
semestres más tarde, en lo que se conoce como el ciclo clínico,
los estudiantes aprenden a aplicar esta teoría en los hospitales
rotando en las diferentes áreas de la medicina.
Ya
desde los primeros semestres existen evidencias de lo frecuente
que resulta el abuso de poder por parte de algunos docentes.
A
mediados del año pasado, por ejemplo, uno de los profesores
titulares de la Universidad de los Andes aprovechó la virtualidad
para dictar clase sin camisa —con la cámara prendida— en más de
una ocasión.
El Uniandino se puso en contacto con el
profesor involucrado y él nos dijo que el incidente solo había
ocurrido una vez y sucedió porque "no sabía que cuando
compartía pantalla se seguía viendo mi cámara [...] me quité la
camisa porque la etiqueta me picaba y me la volví a poner, eso fue
todo". Sin embargo, cotejando los videos de las clases y
entrevistando a varios testigos, El Uniandino pudo establecer que
el incidente ocurrió por lo menos en tres días distintos y desde
la primera vez que sucedió el profesor sabía que su cámara estaba
prendida. Tan es así que hubo estudiantes que no volvieron a la
clase en lo que restaba del semestre porque se sintieron
irrespetados.
"Pensar que no hace falta respetar
a los estudiantes, que puedes hacer lo que se te dé la gana y no
te va a pasar nada", nos dijo una de las estudiantes que
estuvo en las clases en las que el profesor estuvo sin camisa.
"Pero como el profesor es una eminencia y dicta clase
prácticamente en todos los semestres, es intocable", agrega
la estudiante.
A lo anterior se le suma una dimensión
adicional: "No siempre los médicos somos pedagogos, no hemos
estudiado cómo enseñar. A veces no existe una formación que le
permita al docente tener respeto por las individualidades del
alumno [...] pero es la minoría, de no ser así las quejas de
maltrato serían cien al día", opina Efraín Noguera,
psiquiatra y profesor clínico de la Universidad de los Andes. Esto
es especialmente notorio en los hospitales universitarios, donde
cualquier médico que trabaje en el hospital puede encontrarse en
el rol de docente, así esté pobremente formado para enseñar.
"Cuando
los especialistas llegan al hospital universitario de entrada
cumplen un rol docente. Llegan y les asignan cinco estudiantes. No
les dicen cómo enseñar, no existe esa formación", nos dijo
Andrea Morales, jefe de educación médica del Hospital
Universitario Mayor - Méderi en Bogotá. "Cuando das esas
herramientas de pedagogía, se frena y se mitiga la dinámica de
'si a mí me tocó duro, a mis estudiantes les toca
igual'", termina diciendo.
Carlos Palacio,
decano de medicina de la Universidad de Antioquia, hace énfasis en
que este es uno de los problemas serios que tiene la educación
médica colombiana: "La mayoría de universidades en Colombia
no tienen un verdadero hospital universitario. Mandan a los
estudiantes a un hospital de prácticas, donde la facultad no tiene
control ni gobernanza sobre el modelo pedagógico".
Para
el momento que los estudiantes llegan al hospital se deja ver más
claramente la antesala del acoso. "Usted tiene que saber que
yo soy académico únicamente con las estudiantes, y con las
estudiantes bonitas", le dijo a Thomas Medina el
anestesiólogo con el que debía rotar durante dos semanas en la
Fundación Santa Fe de Bogotá.
Por su parte, un
estudiante que hacía su rotación en el Hospital San Vicente
Fundación de Medellín nos contó que la única vez que uno de los
especialistas le puso atención fue para preguntarle qué
estudiantes mujeres irían el siguiente mes, si "estaban
buenas", y para pedirle fotos de ellas.
Estas
conductas sexistas no son un caso aislado: "Si quieres ser
secretaria, vete al SENA, ahí hay muchos cupos", le dijo a
una estudiante de la Universidad del Rosario, en Bogotá, un
especialista cuando ella no pudo entrar a una cirugía porque debía
terminar la historia clínica de un paciente.
Varios
médicos también disponen del tiempo de los estudiantes por fuera
de los horarios establecidos para las actividades académicas.
"Mi horario era entre semana, pero cada 15 días nos tocaba ir
a pasar revista sábado y domingo por la mañana y por la
tarde", le dijo a El Uniandino una estudiante de Los Andes
sobre una de sus rotaciones en la Fundación Santa Fe. "Y el
doctor nunca fija una hora ni te avisa cuándo va a ir, entonces
uno llega a las 4 a.m. y tiene que estar pendiente de la hora que
llegue él, que puede ser entre las 4 y las 9 a.m. Y a veces llega
y pasa la revista sin ti".
Encontramos más
historias similares. Otra estudiante de la Universidad de los
Andes le contó a este periódico que tuvo una rotación en la que
entraba al hospital a las 5 a.m. y salía a las 7 p.m, de lunes a
domingo. "Yo no tenía horario, tenía que estar disponible a
cualquier hora", nos dijo. Cuenta que en una ocasión terminó
la jornada a la 1 a.m. y tuvo que volver horas más tarde para
cumplir con la siguiente jornada completa. Cuando en otro
departamento del hospital se perdió un documento de uno de sus
pacientes, el especialista le dijo: "Eso es culpa tuya".
Ella respondió que no entendía por qué la culpaba. "Cuando yo
te diga algo, tú lo aceptas y ya, es así", fue la respuesta.
"Eso ya no es trabajo duro, fue explotación laboral", le
dijo la estudiante a El Uniandino.
Todo lo anterior
tipifica un concepto que está profundamente enraizado en la
medicina y que encontramos una y otra vez en las 52 entrevistas
que realizamos: la idea de que hay que pasarla mal para llegar a
ser médico.
Parte II
Sufrir para aprender
"Muchos profesores creen que estudiar medicina es
sufrimiento, vivir explotado, no tener vida social y estar solo
disponible para la carrera", comenta Natalia Zambrano,
estudiante de décimo semestre de medicina de la Universidad
Nacional en Bogotá. Noguera lo confirma: "Hay una tendencia
en los médicos a pensar que hay que sufrir para aprender. Tienen
la justificación de que a ellos les tocó duro, entonces a los
estudiantes también les toca, y se vuelve una cadena de
maltrato", dice.
Fuentes oficiales de cuatro facultades de medicina y cuatro
hospitales universitarios contactadas por El Uniandino nos dijeron
cosas similares. "El fenómeno del maltrato nace de una
costumbre perversa de que la letra con sangre entra, muchos de los
docentes se han formado en esa costumbre [...] afortunadamente
estamos viendo un importante cambio humanista en la manera de
enseñar", afirma Luis Alberto Escobar, decano de la facultad
de medicina de la Universidad ICESI y subdirector de educación en
la Fundación Clínica Valle de Lili en Cali.
A la
cultura de sufrimiento se le suma una cultura de silencio, en la
que el maltrato se considera normal y está mal visto
denunciarlo.
"Mi consejo es que ustedes nunca
digan nada", le dijo la directora del semestre a una
estudiante de la Universidad Javeriana de Bogotá después de que
esta comentara con una compañera que se había sentido incómoda
cuando un docente la trató de bruta públicamente durante la
presentación de una historia clínica. "Lo que hizo eso fue
asustarme para no hacer ningún comentario, y me dio a entender que
uno no puede decir que el doctor le habló o le corrigió de cierta
manera porque eso es normal, enseñar así es normal", dice la
estudiante.
"Le conté al jefe del servicio y
básicamente se hizo el bobo, nunca pasó nada", nos dijo la
estudiante de Los Andes que tuvo que trabajar jornadas de 14 horas
en la Fundación Santa Fe y se sintió maltratada por los
especialistas. "Y me explotaron literalmente todo el
mes".
Julio César Castellanos, director del
Hospital Universitario San Ignacio en Bogotá, asociado a la
Javeriana, explica que el silencio hace parte de la cultura
médica: "Los médicos, entre más se especializan, se terminan
por convertir en unas logias, donde entrar y salir no es fácil y
hay unos códigos de silencio sobre ciertas cosas".
Como
lo explica la psicóloga clínica Diana Quant, las situaciones de
maltrato en estudiantes "son promovidas y mantenidas por las
personas alrededor. Mucho de lo que puede ayudar a parar el
maltrato es el contexto". Y el contexto de la medicina a
menudo no es amable con los estudiantes. "Hay una
normalización de la agresividad. A los médicos es muy probable que
les parezca normal maltratar a los estudiantes en revista, o hacer
comentarios sexistas frente a las estudiantes mujeres, o hacer
comentarios homofóbicos. Esas cosas sí ocurren y uno las ve, pero
nos parece normal", dice Noguera.