Como suele suceder en periodismo, esta historia surgió del tallo
de otro trabajo. A finales del 2019 llegaron al correo del
periódico El Uniandino dos denuncias de estudiantes de medicina
de la Universidad de los Andes en las que se relataban casos de
maltrato verbal y conductas inapropiadas por parte de algunos
profesores. Quien era entonces editor de contenidos
periodísticos, Alejandro Lozada, se dio a la tarea de seguirle
el rastro a esas historias y encontró con sorpresa que cuando
hablaba con fuentes de la comunidad médica, especialmente
estudiantes, lo primero que salía a flote era el miedo que
despertaba el poder de sus profesores.
Llegado el
2020, la periodista investigativa Isabella Mejía, quien era
estudiante de medicina, propuso hacer una investigación sobre el
acoso sexual en la carrera a raíz de varios casos que había
conocido durante su paso por la facultad. Cuando empezó a reunir
testimonios, encontró mucha resistencia para hacer público
aquello que era vox populi entre los estudiantes. Una vez más,
quedaba claro que tenían miedo.
Para junio del año
pasado, Lozada y Mejía habían reunido un puñado de historias de
maltrato, abuso de poder y acoso sexual experimentados por
estudiantes de medicina en la ciudad de Bogotá. En octubre, El
Uniandino decidió ampliar al equipo de periodistas incluyendo a
María Fernanda Alarcón, Natalia Chavarro y Susana Echavarría, y
extendimos también nuestra búsqueda para incluir a las ciudades
de Medellín y Cali.
Lo que encontramos fue
impactante: un patrón que se repetía calcado sin importar el
hospital, la facultad o la ciudad. Y una idea repetida: varias
víctimas estaban bajo la impresión de que su caso era
excepcional. Para este punto habíamos recolectado y documentado
26 casos entre Bogotá, Medellín y Cali, y era evidente que se
trataba de un tema estructural y no de casos aislados.
En
los meses siguientes el equipo se encargó de reunir fotografías,
conversaciones de WhatsApp y documentos para establecer con la
mayor precisión posible los detalles de los casos más graves,
que constituyen la historia central de cada capítulo. Además,
hablamos con testigos, directivos de hospitales, directivos de
universidades, psicólogas expertas, médicos, profesores y
muchos, muchísimos, estudiantes de medicina, especialmente
mujeres.
Una semana antes de publicar, intentaron
censurarnos amenazando a la facultad de medicina de la
Universidad de los Andes. Aunque nos llamamos El Uniandino, y
todas las personas involucradas en este trabajo son uniandinas,
no hacemos parte institucional de la universidad y esto nos
permitió evitar el intento de censura.
Todo lo
anterior sentó las bases para más trabajo de reportería que
finalmente ha sido condensado en este reportaje. Si desea
ponerse en contacto con el equipo o tiene preguntas sobre la
investigación, puede escribirnos al correo
medicina.eluniandino@gmail.com.
Este reportaje tuvo costos por dos conceptos: el diseño web de
la historia, y su desarrollo. El diseño tuvo un costo de 800 mil
COP como se puede ver detallado en
esta cotización
y el desarrollo tuvo un costo de 1.5 millones COP como se puede
ver detallado en
esta cotización. Además, el dominio tuvo un costo de 75 mil COP por los
primeros dos años y una cuota de mantenimiento anual pasado ese
tiempo de 45 mil COP. Así las cosas, el costo total de este
reportaje fue de 2.375 millones COP más una cuota de
mantenimiento del dominio de 45 mil COP desde el 2023.
Para
financiar estos costos El Uniandino utilizó tres fuentes: todo
el dinero recolectado por el
curso de periodismo de datos, las contribuciones de nuestros Patrons, a quienes agradecemos
profundamente su apoyo, y recursos privados de los miembros del
Comité Editorial. De todo el dinero recolectado por el curso de
periodismo de datos vinieron 1.386 millones COP, mientras que de
las contribuciones de nuestros Patrons vinieron 500 mil COP. El
dinero restante, 489 mil COP, salió de los bolsillos de 8 de los
10 editores miembros del Comité Editorial de El Uniandino.
Si
considera que nuestro trabajo es valioso y le parece que nuestra
independencia es importante, lo invitamos a que nos apoye con
alguna de estas opciones.
Cubrir el abuso de poder, el maltrato y el acoso sexual siempre
será una tarea éticamente desafiante. Por un lado, el periodista
está llamado a hacer su trabajo de reportero escuchando
activamente a todos los involucrados, lo que incluye a los
victimarios. También debe contrastar la información que obtiene,
buscar evidencia y complejidad, incluso cuando sus fuentes sean
víctimas. Por otro lado, debe cuidarse de perpetuar la violencia
sobre aquellos que han sufrido y evitar a toda costa convertir
las historias que cuenta en un espectáculo para que la audiencia
se entretenga, banalizando así al sujeto de su trabajo.
No
existe una respuesta definitiva para estas cuestiones. Sin
embargo, quisiéramos ofrecer algunas consideraciones éticas para
explicar en parte las decisiones editoriales que tomamos y sus
razones. Y para eso hay que empezar diciendo que utilizamos como
guía una idea que explica muy bien el periodista inglés Robert
Fisk, cuando dice de forma contradictoria: el periodismo es
neutral y objetivo en favor de los que sufren. Esto para decir
que en el centro de nuestras decisiones estuvieron las
víctimas.
La primera gran decisión que tomamos en
este sentido fue ocultar la identidad de las víctimas. Muchas
nos lo pidieron, y en varios casos fue la condición para que nos
permitieran compartir sus historias. Entendimos que esto era
necesario, no solo para respetar su voluntad, que es sumamente
importante, sino para reducir las posibilidades de que nuestra
investigación resulte en consecuencias negativas para ellas.
Por
otra parte, los nombres de los doctores involucrados también
fueron anonimizados por petición de las víctimas. La influencia
de estos hombres en su medio es tan alta, y la protección hacia
quienes experimentan el acoso es tan baja, que muy pocas
personas accedieron a contarnos sus historias sin incluir esta
condición. Por razones de equilibrio, extendimos la decisión de
anonimato sobre los nombres de los profesores involucrados en
los relatos que no eran de acoso sexual.
Esto no
significa que sean historias anónimas. Sabemos quiénes son,
tenemos evidencia documental de sus conductas y, cuando no se
comprometía la identidad de las víctimas, también los
contactamos para conocer su versión de los hechos.
Hemos
decidido no publicar la evidencia documental con la que
contamos, como las capturas de pantalla de las conversaciones
que citamos dentro del texto. A pesar de que las víctimas nos
dieron su autorización para hacerlo, consideramos que podían
incluir elementos que permitían ser utilizados por los doctores
para identificar a quienes hablaron con nosotros. No quisimos
asumir ese riesgo.
En cambio, fue importante para
el equipo incluir el nombre de los hospitales donde sucedieron
los casos que relatamos, y el de las universidades a las que
pertenecen los estudiantes, a menos que la víctima nos pidiera
explícitamente no nombrarlos. Los hechos son concretos y
sucedieron en lugares específicos; hablar de ellos en abstracto
sería como hablar del problema en abstracto, y estamos
convencidos de que discutirlo de esa manera es una de las
razones por las que todavía persiste. También es importante
señalar que estas instituciones no están exentas de la
responsabilidad. El bienestar de los estudiantes dentro de las
actividades académicas es su obligación, y estas situaciones se
perpetúan por acción u omisión de quienes están a cargo.
Por
último, para la investigación y dentro del texto consideramos
"estudiantes" a todas las personas dentro de la
facultad de medicina que no han terminado su pregrado. Cuando
hay casos de internos (estudiantes de semestres 11 y 12), nos
referimos a ellos también como estudiantes. Lo anterior porque
podría ser un factor de confusión innecesario, porque los
internos siguen sin ser médicos graduados y están sujetos a las
mismas dinámicas de poder y porque identificarlos como internos
podría dar pistas a los acosadores sobre quién los denunció.
El diseño web lo hizo Daniel Rojas, el desarrollo web lo hizo
Mauricio Neira
y las fotografías fueron tomadas por Santiago Colmenares.
Si
desea ponerse en contacto con nosotros puede escribir al correo
medicina.eluniandino@gmail.com